Mateo pone el discurso de la bienaventuranzas en un monte. El monte es el lugar de las manifestaciones divinas (Sinaí, Tabor…). Así que nos predispone a escuchar el mensaje de divino en boca de Jesús.
Y Jesús va y no nos propone nuevos mandamientos para seguir, ni una nueva ley, ni nos habla de visiones místicas, ni nos describe una alucinación con tronada divina incluida, no.
Evangelio según San Mateo 5,1-12.
Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él.
Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
«Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
Jesús anuncia una paradoja: la dicha en la desdicha, la felicidad para los infelices. Nos habla de humanidad en situaciones inhumanas. No hay nada divino. Los pobres, los que sufren, los que lloran, los de mirada limpia, los que trabajan por la paz (todo muy humano) son los que van a ver a Dios, heredar la tierra, poseer el Reino… y ser hijos de Dios.
¿Ya está? – Pues sí.
¿No va a intervenir Dios de manera espectacular? – Parece que no.
¿No hay milagros?
– ¿Te parece poco milagro que las víctimas dejen de serlo?
El Dios de Jesús és muy humano. Se ha encarnado.
¡Ah! y lo gracioso es que se ha encarnado en ti y en mí.
Le ha dado la vuelta a la tortilla… divina.