El segundo domingo de adviento nos remite a las primeras palabras del Evangelio de Marcos, dirigidas a un grupo de cristianos que creyeron en Jesús sin haberle visto, sin ni siquiera pertenecer al ambiente cultural y religioso del Mesianismo de Israel… Hombres y mujeres del imperio romano… Hombres y mujeres inmersos en las costumbres de aquella sociedad, muchos de ellos sin los derechos sociales del ciudadano romano, pero que se sintieron libres y liberados por la Buena Noticia del Evangelio. A aquellos primeros cristianos, como ahora a nosotros, el texto nos pone como modelo de identidad a un profeta, a Juan, el Bautista… Él es nuestro modelo para el Adviento.
Los que somos y nos sentimos cristianos, profetas por nuestro Bautismo, estamos llamados a gritar en este Adviento que el Señor está al llegar. Pero para que nuestros gritos sean escuchados y entendidos, quizá hace falta que reconvirtamos nuestras actitudes. Nuestro grito se hará más vivo y penetrante si sale desde nuestra sencillez de vida, desde nuestra acogida misericordiosa, desde la convicción de que los protagonistas de esta historia no somos nosotros sino Aquel que está al llegar y nos bautizará con el Espíritu Santo.
Mc 1, 1-8
Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios.
El profeta Isaías había escrito: “Envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: ‘¡Preparad el camino del Señor, abridle un camino recto!’ ”
Sucedió que Juan el Bautistae se presentó en el desierto bautizando a la gente. Les decía que debían convertirse a Dios y ser bautizados, para que Dios les perdonase sus pecados. De toda la región de Judea y de la ciudad de Jerusalén salían a oirle. Confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en el río Jordán.
Juan iba vestido de ropa hecha de pelo de camello, que se sujetaba al cuerpo con un cinturón de cuero; y comía langostasi y miel del monte.
En su proclamación decía: “Después de mí viene uno más poderoso que yo, que ni siquiera merezco agacharme para desatar la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con el Espíritu Santo.»