Pongamos que entra en escena el Jesús rompedor:
El publicano,
las prostitutas,
los drogadictos,
los renegados,
los diferentes,
los disidentes,
los de dentro del armario,
los de fuera,
los rebotados,
los agnósticos,
todo tipo de excluidos,
los que han dicho no al sistema,
los que no siguen la moda,
los políticamente incorrectos,
todos estos:
¡Nos adelantarán en el Reino de Dios!
Si creen, claro.
En el caso de que crean nos tomarán la delantera.
Nos adelantarán por la derecha y por la izquierda a los que nos sentimos critianos de siempre, pero que no acabamos de configurar nuestra vida según el Evangelio.
Nos superarán porque su fe no está domesticada.
Su Dios no está amaestrado.

Mt 21, 28-32
Jesús les preguntó:
– ¿Qué os parece esto? Un hombre que tenía dos hijos le dijo a uno de ellos: ‘Hijo, ve hoy a trabajar a la viña.’ 29 El hijo le contestó: ‘¡No quiero ir!’, pero después cambió de parecer y fue. Luego el padre se dirigió al otro y le dijo lo mismo. Este contestó: ‘Sí, señor, yo iré’, pero no fue. ¿Cuál de los dos hizo lo que el padre quería?
–El primero –contestaron ellos.
Entonces Jesús les dijo:
–Os aseguro que los que cobran los impuestos para Roma, y las prostitutas, entrarán antes que vosotros en el reino de Dios. Porque Juan el Bautista vino a mostraros el camino de la justicia, y no le creísteis; en cambio, los cobradores de impuestos y las prostitutas sí le creyeron. Vosotros, aun después de ver todo eso, no cambiasteis de actitud ni le creísteis.

Nosotros, los de siempre, sí hemos hecho cosas, pero ellos desmontarán nuestras justificaciones piadosas, nuestro tibio compromiso, las componendas pseudoespirituales con las que afeitamos la religión para que no pinche.
Ellos nos dejarán de farolillos rojos. «Los últimos serán los primeros».

¿Temes decir sí a Dios? ¿Das el salto?
Me temo que…  en esto consiste tener fe.