Hablar hoy de las   Obras de misericordia, puede sonar a anacrónico. Y más, si el autor desgrana tanto las espirituales como las corporales y nos las hace ver bajo el prisma de la misericordia. Quizá la apuesta que pretende, al principio no tenga mucho éxito, pero si se va leyendo el texto, incide de lleno en algo vital. Y ahí, sí, ahí, duele un poco cuando miramos a este Jesús que vivió y murió por y para los otros.

El autor, miembro del grupo de Cristianisme i Justicia  y donde ha publicado varios trabajos en los Cuadernos del mismo nombre, no se desdeña en ir desgranando qué supone mirar la figura, la persona y la obra de Jesús desde el punto de vista de la misericordia. Una misericordia que es conflictiva y que va más allá de la pura compasión para llevar al lector al descubrimiento de un compromiso que engarza con la vida y con la forma de vivir su experiencia vital y social.

Luego de reflejar el autor, en un amplio primer capítulo qué significa la figura de Jesús como “misericordia conflictiva” del Reino, lo va relacionando con diferentes aspectos de la vida: la política, el asistencialismo, la herética, lo trascendente, el poder, la lástima, la condescendencia, la justicia, el conflicto, etc.).

Posteriormente, y aprovechando esta calificación de la misericordia como conflicto, va adentrándose en desentrañar cómo las obras de misericordia corporales, entrañan conflicto y qué supone vivir desde esa perspectiva; pues vivir poniendo de relieve las obras de misericordia corporales, nos hacen ver que visitar al preso, dar de comer al hambriento o de beber el sediento, así como dar posada al peregrino, etc. entrañan vivir desde el conflicto permanente y lejos de toda comodidad.

La tercera parte de la obra, la dedica el autor a relatar el conflicto que se vive con las obras de misericordia espirituales y, de nuevo, cómo vivir más allá del puro asistencialismo o “buenismo”, pues entraña conflicto igualmente enseñar al que no sabe, dar buen consejo, corregir al que yerra o perdonar las injurias, etc. dota a la vida de una intencionalidad política cuando se ve todo ello desde el horizonte del Reino, que debe ser el filtro desde el que se observen y vivan las realidades más sencillas de la vida.

El prólogo, escrito por José Ignacio González Faus, nos hace caer en la cuenta de que es “… un librito que, después de leerlo, hace que las cosas no puedan seguir igual que antes… “. O según el Episcopado reunido en Puebla (1979), “… cuando algo que afecta a la misericordia y la justicia de ella derivada se ha vuelto históricamente posible, entonces, si es posible, se convierte en obligatorio”.

Lo cual implica que la lectura de este libro, leído desde las claves anteriores, no nos debe (puede) dejar indiferentes.