¿Te parece contradictorio la decisión de conducir la propia vida y la opción de dejarse guiar por Dios?
Quizás prefieras una pregunta previa: ¿realmente somos libres para conducir la propia vida?
¿No estaremos predeterminados, condicionados o, incluso, manipulados?
¿Es uno mismo quien busca el sentido a la vida o es la vida que nos pone a cada uno en nuestro sitio? ¿Existe el destino?
¿No estará Dios guiándonos imperceptiblemente con su voluntad?
¿Dios se impone?
¿O soy yo que busco su voluntad y decido seguirla o no?
“Señor, muéstrame tus caminos, guíame por tus senderos; guíame, encamíname en tu verdad.” (Sal 25, 4-5)
“El Señor es mi pastor,
nada me puede faltar.
El me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el recto sendero,”. (Sal 23, 1-3ª)
“Porque mis caminos no son vuestros caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a vuestros caminos y a vuestros pensamientos.” (Is 55, 8-9)
“Observa si estoy en un camino falso
y llévame por el camino eterno.” (Sal 139, 24)
“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.” (Jn 14, 6)
“¡Qué profunda y llena de riqueza es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué insondables son sus designios y qué incomprensibles sus caminos!” (Rm 11, 33)
Se me ocurre una comparación, una parábola, para poder reflexionar y poner un poco de luz ante estas cuestiones.
La espiritualidad se parece a… ir de viaje con Jesús, salir en coche con él.
Y hay varias maneras de hacerlo:
Hay quienes piensan que para vivir una óptima espiritualidad hay que dejar a Dios que pilote nuestra vida.
Él sabe por dónde llevarnos. Uno iría sentado al lado, evitando distraer a Jesús, el verdadero piloto. Es una forma de buscar que Dios tome el mando de nuestra vida.
En esta imagen resaltamos la iniciativa de Dios, la confianza, el dejarse llevar… pero…
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Sí, hay algunos peros:
– Dios nos estaría pidiendo pasividad. Esta manera va muy bien para aquellos que tienen miedo a viajar.
– La inteligencia no entra mucho en juego, solamente para saber soltar el volante y dejarlo en manos de Dios.
– La creatividad, que es una de las inteligencias, no necesita ejercitarse, ni favorecerse. ¡Ya estoy en manos de Dios! ¡Él lo va a solucionar todo!
– Supone que el mensaje de Jesús ya está lo suficientemente encarnado y especificado, ya no hace falta interpretar el Evangelio. Implica un literalismo en la lectura de la Palabra de Dios. La lectura de los signos de los tiempos no es necesaria, se atrofia.
– El clericalismo preferiría esta manera de entender lo religioso, porque el clero se convierte en la clave, la autoridad, de toda interpretación.
– Puede que viajando así unas a otras personas en tu viaje, pero solamente a aquellos que vayan a confirmar esta visión cerrada, prefabricada, de la voluntad de Dios. Favorece poco el diálogo y la inclusión de los diferentes, de los descartados, de los vulnerables.
– Daría la impresión de que vas con el depósito lleno, pero resultaría que ante los vaivenes de la vida, los cambios de época, las crisis y las críticas… uno acabaría en los caminos de siempre, los ya conocidos, los experimentado por otros, sin responder realmente a los retos de la vida.
Por supuesto, también hay quien piensa que Jesús, o Dios, es un estorbo para el viaje de la propia existencia. Uno mismo debe conducir su vida sin tener a nadie que te influya.
Así que hacemos salir a Jesús, a Dios, del coche… lo religioso sería un estorbo para la libertad y madurez personal.
En esta manera se piensa que lo mejor es ser totalmente libre, sin ningún impedimento, sin ninguna línea roja. Uno mismo se va a enfrentar, con las propia visión y fuerzas al viaje de la vida. Se supone que uno mismo va a saber circular y encontrar la tierra de promisión, la felicidad, la realización total.
No hay más horizonte que el que uno sea capaz de descubrir o construir. No se necesita Evangelio. La Buena Noticia es dejarse llevar por la propia intuición y criterio, por la propia libertad… pero…
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Sí, también hay peros:
– Este tipo de viaje suele acabar en cultivo del propio ego.
– Como mucho voy a viajar a conseguir mi propio bienestar.
– Obviamente, los demás acaban siendo también un estrobo para tu autorrealización.
– O utilizas al prójimo solamente si te beneficia en conseguir tus objetivos.
– Sospechas de todo lo que no venga de fuera de ti, como un peaje inasumible.
– Puede que al final te muevas sólo por lo material, por el corto plazo, buscando tu beneficio.
– No te vas a detener cuando se crucen los pobres en tu vida.
– Puede que acabes cansado, tirado por algún camino sin combustible para ir más allá.
Hay quienes gustamos de poner a Dios, o a Jesús, en el coche, pero en el asiento de atrás. Porque de esa manera uno se asegura que no interferirá mucho con el conductor, que somos nosotros. Se piensa que con tener allí a Jesús ya va bien, nos dejará en paz para conducir realmente por donde uno quiera… pero…
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Sí, también hay peros:
– En realidad es una manera de domesticar el Evangelio, a Dios, de comprar su silencio. Todos ven que lo llevo, pero no está realmente guiando mi vida, más bien lo paseo por donde a mí me interesa.
– De esta manera aparentamos religiosidad, espiritualidad, pero para seguir haciendo la propia voluntad, teniendo ahora la excusa de “llevar a Dios” en el asiento trasero.
– Si dices que sigues a Jesús pero realmente no lo tienes en cuenta a la hora de discernir en tu vida estás llevándolo en el asiento trasero y estás siendo un fariseo.
– En la conducción de tu vida no dialogas con él, no dejas que le hable a tu vida, a tus decisiones, no le dejas que te indique el horizonte. Puede que hagas plegarias y oraciones, puedes decir misa, pero es puro postureo.
– Puede que subas a más gente en tu coche, pero no serán lo pobres, sino los que te aplaudan, confirmen tus opiniones y tus elecciones previas.
Hay quien sienta y siente a Jesús como copiloto.
En este caso uno no tiene miedo a tomar decisiones, a conducir la propia vida, pero lo hace dejándose orientar por el copiloto, como en las carreas de rallye. No se cede la responsabilidad, pero se hace desde la confianza: “Sé de quién me he fiado” (2 Tim, 1, 12)
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Utilizas tu inteligencia y creatividad para interpretar el terreno, las nuevas señales e indicaciones que aparecen en el itinerario, para analizar las diferentes encrucijadas del viaje en que consiste tu vida. Y, a la vez, estás atento a la voz de tu copiloto, a sus indicaciones y sugerencias. Es cierto que esto ocurre en la interioridad, allí donde serenas y acoges tus emociones y donde aparecen las mociones del Espíritu, es decir, en tu conciencia.
El copiloto no se impone, no te obliga a hacer ninguna maniobra, Dios no es un poder que busque anular nuestra libertad. Tener a Jesús de copiloto es dejar que el Espíritu susurre, inspire… simplemente hay que aprender a escucharlo, a sentirlo, a sentarlo al lado tuyo cada día, en cada viaje, en cada decisión.
El Espíritu de Jesús te va a invitar a recoger a los que se han quedado varados al lado del camino.
El Espíritu de Jesús te incitará a escuchar a todos, a hacerte hermano y hermana de todos, a sentarte en la mesa de los humildes.
Espiritualidad: el arte de dejarse inspirar por el Espíritu, de conducir tu propia vida atento a la presencia de Dios, inspirado por el Evangelio, compartiendo en comunidad tu itinerario, tus dudas y dificultades, desde el horizonte de Jesús de Nazaret.
Imagen destacada: imagen creada con Inteligencia Artificial: https://copilot.microsoft.com/
Imágenes de la parábola: creada la base del coche con la misma aplicación y modificadas con