El inicio de la vida pública de Jesús comienza de manera efectiva en Galilea, la tan nombrada y a veces denostada Galilea de los gentiles. Hacia allí marcha tras la detención de Juan el Bautista, y allí empezará a proclamar el Evangelio de Dios.

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Galilea es la primera etapa de un camino que Jesús nos invita a caminar junto a él. Es el comienzo del anuncio de la Buena Nueva y el origen de la peregrinación que culminará con la resurrección. Es el punto de encuentro entre Dios y el hombre y el arranque del anuncio del Reino de Dios en la Tierra. Y cuando nosotros nos sintamos perdidos, cuando no sepamos dónde buscar, cuando no sepamos encontrar a Jesús, dirijámonos a nuestra Galilea y comencemos de nuevo el camino en compañía de él.
Jesús nos invita a seguirle, quiere nuestra compañía. Nos convoca uno a uno, por nuestro nombre, de forma personal, como convocó a Pedro y a Andrés, a Santiago y a Juan. Nos pide que trabajemos por el Reino, despertando en cada uno su propia vocación. A los apóstoles los llamó como pescadores de hombres. A nosotros nos llama como religiosos/religiosas, como padres/madres de familia, como profesores, médicos, barrenderos, profesionales que ocupan un sitio en la sociedad y que en conjunto formamos la Iglesia. Trabajemos juntos, unidos y propaguemos el Reino de Dios a nuestro alrededor, a los otros y a nosotros, viviéndolo en nuestro interior.

Marcos 1,14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía:
Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios: convertíos y creed la Buena Noticia.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron la redes y lo siguieron.
Un poco más adelante, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes.
Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.