Mi nombre es Borja y hoy me ofrecen la oportunidad de compartir con vosotros mi experiencia en estas líneas.

Si hablo de mi experiencia de vida espiritual, de mi vivencia…. sin duda comenzaría, continuaría y acabaría recordando a personas concretas. Si tuviera que resumir mi experiencia de Dios tendría que decir que se resume en la cara de muchas personas, niños y niñas, jóvenes y adultas, que me he ido encontrando por aquí y por allá y que me han acompañado en el camino.

He tenido la fortuna de que la Misión me haya llevado a diferentes países en los que me he encontrado y re-encontrado con Dios a través de ellas. Personas de diferentes edades, de diferentes culturas, en diferentes situaciones sociales, económicas y vitales, de diferentes religiones o vivencias espirituales y con diferentes formas de entender la vida. En esas personas es donde para mí siempre ha aparecido el rostro de Dios.

Para mí, Dios siempre ha estado y está presente en el corazón, la mirada y la necesidad del otro, un Dios que me recuerda que ocurra lo que ocurra, el otro, la de al lado es mi hermana, es mi prójimo.

Mi experiencia de Dios no es la de quien me enseña a querer de primera categoría y de segunda categoría, no me enseña a querer más a la que comparte mi fe, mi cultura (en el caso en que solo tuviera una), mi país, mi frontera, mi situación social o económica. Mi experiencia de Dios me enseña a querer a la otra persona sin adjetivos.

Si hago una acción de gracias por quienes me han enseñado a Dios comenzaría sin duda en mi familia y por mis padres y el amor incondicional que siempre me han enseñado y que hoy en día Ana y yo seguimos trasmitiendo a nuestra hija y nuestro hijo. Mi agradecimiento continúa por los pasillos que recorría en mi colegio en Bilbao siendo un niño y los poster que algún Hermano tenía en su despacho y que me hacían pensar y soñar en un mundo mejor, en un mundo sin violencia y sin guerras. Continúa con los Hermanos misioneros que compartían sus experiencias con nosotros, alumnos de EGB.

Mi agradecimiento, sin duda, pasa por las personas que la vida me regaló trabajando en América Latina y de las que aprendí mil y una lecciones, de las maestras y maestros que trabajando en un despacho, en la escuela más humilde o a la sombra de un árbol, sin pizarras digitales, sin ordenadores, casi sin recursos conseguían que cada minuto de su clase fuera un doctorado. Por la familia que me regaló y de la que aprendo cada día.

También continúa hoy en día con las compañeras y compañeros que desde su labor social y educativa me demuestran su vocación por el que más lo necesita, su vocación por acompañar en su proceso de vida a quién se siente abandonada, por acompañarle en su educación, por acompañar a la joven y al joven que intenta salir adelante buscando y preparándose para un trabajo que siempre es digno. Continúa con las compañeras y compañeros que acompañan a las personas que luchan por salir de una situación que les ha llevado a vivir en la calle, que luchan por tener un hogar, las que acompañan a las jóvenes que no han tenido la suerte de contar con familias que les ayudasen en su carrera por hacerse personas adultas.

A todas ellas y a mi comunidad les estoy enormemente agradecido por enseñarme que Dios está en cada persona, y que no se encierra en piedras, en maderas talladas o en torres altas.

El Dios que La Salle me enseña a descubrir pisa la tierra, muchas veces descalzo, tiene nombre de mujer, duerme bajo el puente de Gehry, en el cajero de mi banco, está en quien lucha porque los fantasmas de su cabeza no le dominen, lucha por conseguir un trabajo y no entiende de mapas ni de muros, ni de vallas, ni de atuendos. El Dios que La Salle me enseña es un Dios que ama y que ama sin discriminar y que te compromete, un Dios que ama como aman los empobrecidos, los niños y las niñas, sin intereses, con todo el corazón y con toda la necesidad.

Gracias por la darme la oportunidad de compartir estas líneas y que la vida nos siga regalando personas de las que preocuparnos y personas a las que amar, personas que viven y piensan de formas diferentes, personas que formamos una enorme y diversa comunidad, porque ahí, porque en ellas, porque en todas ellas estará Dios.