impenitente-portadaAutor: SPUFFORD, Francis.

Título: Impenitente Una defensa emocional de la fe.

Editorial: Turner. Colección Noema. 2014

Páginas: 215.

Breve comentario:

Éste es un libro especial. Muestra el ser cristiano, defiende el ser cristiano desde la emoción religiosa. Un poco difícil de leer, no sé si por la traducción o por el estilo propio del autor. Algún capítulo lo he leído dos veces… en todos encuentro genialidades. El capítulo 5, Yeshua, contando la vida de Jesús desde lo emocional me parece excelente. La PHaC es universal (ver en las citas); el optimismo cruel de nuestra cultura; el pesimismo bondadoso de Jesús; Dios no es un elemento cognoscible; el Dios de todas las cosas, de todas las historias; Si existe, el muy cabrón… como veis el lenguaje es bastante ¿desenfadado o enfadado?
Creo que con este estilo indignado toca la esencia de lo espiritual, y no te deja indiferente.

 

Índice:

1.- Impenitente.
2.- Todo tiene grietas.
3.- El superpadre.
4.- Hola, mundo cruel.
5.- Yeshua
6.- Etcétera
7.- La liga internacional de los culpables.
8.- Consecuencias.
Notas

 

Citas que resalto:

– «Lo que sentí escuchando a Mozart en 1997 no es una metáfora noña de una idea en la que creo, ni una fachada que oculta el espacio donde de verdad está la creencia: es la cosa en sí. Mi creencia está hecha de, se compone de, se sustenta en emociones como esta.» (Pág. 25)

– «Todo viene renqueando, a la zaga de la certeza emocional de que la misericordia existía y yo la percibí Por eso el debate de si las ideas son o no ciertas, que es el debate esperado por la mayoría de la gente cuando se habla de religión, también es secundario para mí. No sé si existe un Dios. (Y ustedes tampoco, ni el professor Dawkins ni nadie. Es imposible saberlo. No es un elemento cognoscible). Sin embargo, como todo ser humano, no tengo por costumbre albergar únicamente las emociones que soy capaz de demostrar. Sería un bicho raro si lo hiciera. Las emociones pueden ser ciertamente engañosas: pueden hacernos creer cosas que son definitiva y demostrablemente falsas. Pero las emociones son también un instrumento de navegación indispensable para abrirnos camino a través del territorio mucho más amplio de las cosas que no son susceptibles de demostración o refutación, que no pueden cotejarse con el universo físico.” (Pág. 27)

– “De un tiempo a esta parte se ha establecido como un axioma cultural que las emociones que forman parte de las creencias religiosas son distintas de las que intervienen en otras modalidades de nuestra imaginación, nuestras esperanzas, nuestros sueños, etc. Que las emociones religiosas son extrañas, estrafalarias, tristes, vergonzantes, humillantes, inmaduras y patéticas. Que las emociones religiosas están completamente al margen de nuestro sentido común. Pero resulta que no es así. Las emociones que sostienen las creencias religiosas son en realidad correctísimas y plenamente reconocibles para cualquier adulto que se haya adentrado en el territorio de la experiencia humana… Esto es una defensa de las emociones cristianas, de su inteligibilidad, de su dignidad adulta. No pretende hacer una apología o un defensa de ideas, y se titula Impenitente porque no pienso pedir perdón por ello.”. (Pág. 28-29)

– “… para la mayoría de nosotros el momento llega cuando al menos por una hora o un día o una temporada nos vemos obligados a tomar nota de nuestra PHaC (Propensión Humana a Cagarla). Esta toma de conciencia coincide frecuentemente con unos de los clásicos fracasos de los adultos: cuando termina un matrimonio, cuando una carrera profesional se estanca o se desmorona, cuando se diluye la relación con un hijo al que solo veíamos los sábados, cuando el hábito supuestamente recreativo de la coca empieza a ejercer su derecho de veto sobre cualquier otra esperanza o sueño.” (Pág. 34)

– “Pero la PHaC está aquí dentro, no ahí fuera. La mala noticia es una noticia sobre nosotros mismos, no sobre otras personas.” (Pag. 41)

– “Empezar a creer en Dios es muy parecido a enamorarse, y eso sin duda tiene una base bioquímica… ¿Demuestra esto que la persona a la que amamos es imaginaria? No. Lo máximo que las descripciones físicas llegan a probar, en lo que a dios se refiere, es que Él no es necesario como explicación…. ya sabía que el punto de partida filosófico de todo esto es que no necesitamos a Dios para explicar ningún aspecto material del universo, ni siquiera nuestros estados mentales; mientras que, al contrario, ningún dato material sobre el universo decidirá jamás por nosotros si Dios existe. (Aunque a mí no me interese la prueba -nadie puede desaprobar la existencia de un sentimiento., sí me interesa la dignidad filosófica de las sensaciones). (Pag. 70-71)

– “…un momento en el que podemos saber que hemos empezado a creer es cuando el hecho de acoger temporalmente en nuestra casa o en nuestro corazón al Dios de todas las cosas empieza a tener consecuencias emocionales propias. Consecuencias problemáticas; consecuencias incómodas; consecuencias desagradables. Porque, si el muy cabrón existe, si el Dios de todas las cosas está iluminando pacientemente todas habitaciones, entonces no podemos escapar a la verdad de que también debe de estar iluminando algunos rincones espeluznantes. Debe de prestar su apoyo acríticamente a esos lugares en los que se cometen las peores vilezas” (Pág. 86)

– “No se nos escapa que parece haber algo que no encaja con ninguna de las imágenes que nos cuentan que Dios está en el cielo y que en el mundo todo está bien. Seguimos siendo conscientes de que si Él es capaz de ayudarnos y no nos ayuda, entonces no merece nuestra veneración; y si no nos ayuda porque no es capaz, entonces tiene que haber alguna extraña limitación en su manera de ser Dios de todas las cosas.” (Pág. 105)

– “Lo que decimos es: el mundo no está bien, pero al menos Dios está aquí, con nosotros. No tenemos una explicación para el problema del mundo cruel, pero sí tenemos un relato… Para un cristiano, lo más esencial que Dios hace en el tiempo, en toda la historia de la humanidad, es ser ese hombre de la multitud; un hombre detenido que se dirige hacia nuestra catástrofe común.” (Pág. 106)

– “La curación de los cuerpos enfermos no puede ser más que un indicio de lo que en verdad ha venido a hacer [Jesús]. Su tarea está en el corazón humano metafórico, no en el músculo que late en nuestro pecho. Ha venido a enmendar la PHaC, no a curar enfermedades… Su promesa es que el dolor que nosotros mismos causamos puede evitarse (Pág. 129)

– “No se nos está prometiendo que todo será como si lo malo nunca hubiera ocurrido. Lo que se ofrece es amnistía, no amnesia; esperanza, no simulación. La historia de nuestra vida será la historia de nuestra vida, permanentemente. Seguirá teniendo las curvas y los recovecos y los rincones que nosotros le demos. Las consecuencias de nuestros actos, para nosotros y para los demás, seguirán desplegándose inexorablemente. Dios no puede eliminarlas, porque entonces nuestra vida no sería nuestra vida, ni nosotros seríamos nosotros ni el mundo sería el mundo. Lo único que puede hacer es quitarnos de encima la culpa y el miedo para que podamos volver a empezar, libres y esperanzados. Para que tengamos la libertad de volver a intentarlo y volver a fracasar y fracasar mejor. Lo único que puede hacer es llenar de gracia la PhaC.

Y ahora ya podemos definirla. La gracia es el perdón que no podemos ganarnos.” (Pág. 159)

– “Por eso decimos que la Iglesia es el cuerpo de Cristo: otra comparación que contiene una chispa de verdad. La iglesia es lo que Cristo está haciendo en el mundo hoy. Esto no equivale a decir que la iglesia es buena por arte de magia, haga lo que haga, o que las buenas intenciones anulen los pésimos resultados.” (Pág. 190)

– “La cara de Cristo es todas las caras que vemos en la calle. Es el yonqui que toda la flauta en la puerta del supermercado. Es la mujer somalí de aire cansado que va en una silla de ruedas. Es todas las personas a las que queremos y todas aquellas de las que desconfiamos. Una vez que el amor ilimitado ha entrado en nosotros, seres limitados, se queda allí para siempre, visible o invisible, dependiendo de la luz o dependiendo de nuestra voluntad de ver. La presencia de Dios brilla tenuemente en la humanidad.” (Pág. 191)

– “Y después nos equivocamos. Y volvemos a intentarlo, y volvemos a fracasar, y seguimos intentándolo. Siempre fracasamos y siempre confiamos en fracasar mejor, porque sabemos que es en el amor al resistente, confuso, difícil, intrincado, fascinante y sucio tejido de este mundo -de este único mundo- donde comienza a vislumbrase la posibilidad del reino. ¡O de la república! No faltaba más: pensemos en ella como la República de los Cielos. Aquí no hay más rey que el que vemos en los rostros de los demás, y todos somo falibles; nadie es mejor que nadie. ¿Qué mejores ciudadanos [que] de una república?.” (pág. 195)

– “Recordemos que para los cristianos Dios no es distinto de los seres humanos. No se nos pide que nos apartemos de los demás para acercarnos a Él. En realidad se nos ordena lo contrario. Se nos pide que lo busquemos en los rostros de los demás y que lo amemos específicamente, concretamente, con la máxima amplitud, generosidad y por supuesto curiosidad que nos sea posible. Dios nos exige exclusividad y no exclusividad al mismo tiempo. No puede haber otros dioses aparte de Él: nada de flirtear con las Cortinas a Juego, los Bien Dotados o sus equivalentes de hoy, más difíciles de reconocer, nuestros modernos ídolos ad hoc de la riqueza y el poder.” (pág. 200-201)

– “Claro que sería agradable que la gente no fuera tan grosera. Sería agradable que no esgrimieran burdas caricaturas del pensamiento decimonónico como el último grito en el campo de la filosofía y esperaran con ello dejarnos patidifusos a los cristianos. Sería agradable que los cretinos no nos trataran con condescendencia. Sería agradable que la gente comprendiera que la ciencia es un ejercicio especial para percibir el mundo sin metáforas y, a pesar de su potencia, no sirve de guía paras esos amplios aspectos de la experiencia que no pueden percibirse sino a través de las metáfora. Sería agradable que la gente viera que es imposible deshechizar el mundo, y que la elección que tenemos delante es en verdad una elección entre distintos hechizos.

Sería agradable. Pero no es necesario. Porque las iglesias están abiertas… Seguirán ofreciendo la quietud que nos permite soportar el descubrimiento de cómo somos. Cristo seguirá mirándonos desde el centro de la multitud enfurecida. Dios seguirá estando ahí, iluminándonos.

Eso, claro está, si es que Dios existe. Bien pudiera ser que no. Yo no lo sé. Y ustedes tampoco, y el puñetero Richard Dawkins tampoco lo sabe: nadie lo sabe. No es, como ya se ha señalado, algo cognoscible. Lo que sí sé es que, cuando tengo suerte, cuando logro prestar atención, cuando consigo acallar mi ruido durante un rato, tengo la sensación de que existe.” (Pág. 212-213)