Se acerca la Navidad. Y recibimos una invitación a volver atrás en el tiempo para contemplar los misterios que nutren nuestra fe. Es imprescindible que recordemos los orígenes de nuestra religión. Pero ¿es suficiente con volver al pasado?

Tanto la Biblia, como toda la teología que a lo largo de dos mil años han elaborado los creyentes, han construido su mensaje sobre una concepción estática del mundo, del universo, de la realidad y de Dios mismo: Dios así lo creó, de esta manera es el ser humano, así funciona la realidad, de esta manera se reveló Dios… y así de claro lo explica la Iglesia. Celebremos la Navidad, Dios se encarnó. Lo importante, ya está todo o casi todo dicho.

Pero resulta que la ciencia cada vez más nos muestra un mundo cambiante, un universo indeterminado, misterioso… y el ser humano, con el misterio de su consciencia, metido en medio de este fluir que no cesa. Y resulta entonces que la experiencia religiosa no puede reducirse a recordar un pasado, a montar cada año el mismo Belén. Como si Dios estuviera detrás en el tiempo. Como si ser cristiano solamente consistiera en tener una buena memoria, y repetir lo ya dicho. Los cristianos ¿no podemos tener el peligro de “encajar” a Dios en una filosofía, una visión del mundo, que ya ha cambiado? ¿Y si resulta que el misterio del Universo que la ciencia nos pone delante deja pequeño una manera de entender y vivir a dios, que ya no dice nada? ¿Y si la realidad es más compleja, interesante y asombrosa que la que suele mostrarnos la religión al uso?

Me viene la imagen de José Luis Cortés en la siguiente viñeta:

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Las personas religiosas hemos pensado que ya hemos pensado a Dios, que ya lo conocemos, y que nuestra manera de entenderlo es la manera de entenderlo.
Pero resulta, que nuestra manera de pensar es provisional, cambiante, evolutiva. Que incluso lo que decimos de Dios, y lo que hacemos decir a Dios, es cambiante… debería ser cambiante.

¿Y si Dios no se hubiera encarnado solo en el pasado? ¿Y si sigue “haciéndose Dios” en la humanidad que a tientas evoluciona hacia no se sabe dónde?
¿Y si es el mismo Dios que ha querido hacer un mundo en evolución, donde Él no es evidente, donde todo está abierto? ¿Y si ha querido pasar como una persona más, para que cada uno de nosotros nos sintamos conectados con lo transcendente?

Creo que decir Navidad es mucho más -pero que mucho más- que montar un Belén y hacer recuerdo. Creo que Dios está por delante, no en el pasado. Es más, todo el pasado se puede releer desde esta mentalidad evolutiva, científica y no pierde ni un ápice de religioso… al revés, gana en hondura.

Dios no se encarnó solamente hace 2000 años… Contempla el nacimiento. Pero enseguida, empieza a contemplar la vida que pones en tu trabajo, el afecto que repartes o racionas a los que te rodean, el tiempo que dedicas a interiorizar y vivir despierto, si eres buen samaritano o un estirado escriba que mira hacia otra parte…

Si abres tus sentidos, si afinas tus sentidos…, notarás la emoción de estar conectado con un Dios, al menos tan vasto como el universo, tan misterioso como el futuro… y tan humano como un niño envuelto en pañales; es más fácil de lo que te imaginas.
Como educador tienes el hermoso encargo de mejorar este mundo, de hacerlo más humano, más divino-encarnado… es un reto ético el educar a los futuros adultos. Tienes en tus manos, nada más y nada menos que mejorar la obra de la creación. Eres co-creador con Dios. Eres embajador suyo. Dios no está en el pasado, sino en el futuro que generas.

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