Sin duda siempre necesitamos profundizar en nuestra capacidad de amar y especialmente en estos tiempos difíciles y confusos en los que vivimos.

            Leemos en Lumen gentium: “Envió (el Señor Jesús) a todos el Espíritu Santo para que los mueva interiormente a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas y a amarse mutuamente como Cristo les amó” (LG 40) Sin duda amar a Dios y amarNOS se constituye en nuestro reto fundamental, un reto de siempre pero quizás hoy con mayor razón cuando nuestro mundo vive profundos cambios en los que no es fácil vivir desde la hondura de la fe.

            Amar a Dios, ponerle como centro de nuestras vidas es vivir la invitación del mismo Jesús cuando dice: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” (Mt 22,37), es un amar total de nuestra persona que se siente en Dios. Todo nuestro aliento, todo nuestro pensamiento, todos nuestros sentimientos… toda nuestra persona es invitada a amar al Señor. El nuevo Prefecto para la Vida Consagrada Mns. Joao BRÁZ de AVIZ afirmaba en una reciente entrevista que estamos “llamados a estar más cerca del Señor… el camino más hermoso es el de alguién que ha sentido que Dios le ama y se apasiona con ello. Un apasionado sigue lo que dice su corazón…” (VN nº 2767 pág. 12) dicha afirmación nos da pie para interrogarnos si nosotros, todos los/as Lasalianos/as amamos verdaderamente al Señor hasta el punto que nuestro corazón le sigue apasionadamente y Él está presente en todo cuanto pensamos, hacemos y somos.  ¿Acaso nuestro mundo no necesita personas que realmente viven amando a Dios que guía todo su obrar y todo su sentir? ¿Acaso podemos amar a los demás si no es fruto del amor que tenemos a Dios?

            El Hno. Álvaro Rodríguez lo expresa con las siguientes palabras, profundas y llenas de sabiduría: Dios es el absoluto de nuestras vidas. Nuestra vocación de Hermanos encuentra en Él su motivación más profunda. Por Él suspiramos y a Él buscamos, su proyecto salvífico da sentido a lo que hacemos, buscar su gloria es nuestro objetivo existencial” (CP 2010 pág 11) ¿Buscamos su gloria? ¿Amamos tan profundamente a Dios hasta el punto de qué Él realmente es nuestro absoluto? ¿Es Él nuestra motivación más profunda en nuestro ser Lasalianos?

            Si es así, sigamos adelante… porque con ello no acaba nada, más bien comienza todo porque si somos capaces de amar a Dios, es imposible que no amemos a nuestros hermanos y hermanas porque, en estos tiempos revueltos, “el amor de Cristo nos apremia” (2Co 5,14) y no podemos decir que amamos a Dios si no amamos a nuestro “prójimo”. Quienes decimos seguir a Jesús sabemos  que “por el amor que os tengáis los unos a los otros reconocerán todos que sois discípulos mío” (Jn 13,35) y “a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27)  porque ¿si amamos sólo a los que nos aman que merito tenemos?

             Cuanto más damos de nosotros a los demás, más llegamos a amarles pero creo que la cuestión está en la forma de amar, en cómo expresamos nuestro amor sabiendo que el verdadero amor no pone condiciones, no repara en esfuerzos ni en sacrificios y siempre es expansivo. En la entrevista a Mns.  Braz de Aviz anteriormente citada, afirmaba que “Habría que volver a preguntarse qué es el amor” y seguía diciendo: “Es necesario retornar a la profundidad del amor, que es divino y es humano” (VN  nº 2767 pág 14). Quizás en estas próximas semanas podríamos invitarnos a serenar nuestro interior y preguntarnos cómo retomar el verdadero y profundo sentido del amor cristiano que nace de una vida interior cuidada y alimentada en la Palabra de Dios y en los sacramanetos.